¿Sabíais que más de la mitad de las células de nuestro cuerpo son células bacterianas? ¿Qué tenemos tantas bacterias en nuestro organismo que la comunidad científica las considera como un órgano más?
No vivimos solos. Vivimos con millones de bacterias. La microbiota. Microorganismos vivos que se encuentran en todas partes: en nuestra piel, boca…¡y en nuestro intestino! La famosa flora o microbiota intestinal.
Gracias a los últimos avances en las técnicas de secuenciación se han realizado grandes descubrimientos en el estudio de la microbiota intestinal. ¡Eureka! Cada vez hay más relaciones entre la salud de la microbiota y nuestra salud.
Vaya, que, si cuidamos de las bacterias de nuestro intestino, nos cuidamos a nosotros.
Uno de los factores más determinantes en el cuidado y mantenimiento de la salud de nuestra microbiota es la dieta. Una alimentación equilibrada y saludable fomenta la riqueza y variedad de nuestra microbiota intestinal, es decir, fomenta su salud.
La microbiota intestinal se cuida de dos formas:
Los probióticos son microorganismos vivos que, cuando se ingieren en las cantidades suficientes, llegan a nuestro intestino, se adhieren a sus paredes y ejercen efectos positivos para nuestra salud.
Al principio se creía que solo tenían funciones en la digestión de los alimentos al encontrarse sobre todo en el intestino. Sin embargo, hoy en día conocemos estos beneficios:
En algunos alimentos fermentados, es decir, aquellos alimentos que tienen vida. Los alimentos fermentados, como el yogur, el kéfir o la kombucha, el famoso refresco fermentado, contienen microorganismos vivos que se alimentan de la materia prima base del alimento, generando acidez.
Os pongo un ejemplo claro. Para hacer un yogur, a la leche se le incorporan las famosas bifidobacterias. Éstas, se alimentan de el azúcar naturalmente presente en la leche: la lactosa. Como consecuencia, generan acidez. De ahí que los yogures naturales tengan un toque ácido.
Ingredientes: